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quinta-feira, 25 de maio de 2017

Andrés Malamud: El Lava Jato desnuda la debilidade del gigante.

Na página do Professor Eduardo Viola no Facebook, recomendado artigo do Professor Andrés Malamud publicado no La Nación. 

El 26 de septiembre de 2016 la historia dijo presente en Cartagena, a orillas del Caribe. Allí, 15 presidentes, 27 cancilleres y 10 jefes de organismos internacionales convergieron para la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC. No estaban de adorno: su presencia reflejaba la importancia del evento y el apoyo del mundo. El secretario general de la ONU posó con Macri, Bachelet, Raúl Castro y el rey de España. A la izquierda estaba Rafael Correa, el presidente de Ecuador, y a la derecha, Pedro Pablo Kuczynski, el de Perú. De la región no faltó nadie. Nadie más que Brasil.

En los últimos 20 años nos comimos todos los amagos. Las elites brasileñas decidieron que eran una potencia mundial y que debían liderar la región. En 2000, Fernando Henrique Cardoso convocó a los presidentes sudamericanos en Brasilia para crear Iirsa, el plan de infraestructura regional que dio inicio a la expansión de Odebrecht por el continente. En 2008, Lula volvió a reunirlos para crear la Unasur, la organización que Brasil concibió como su OEA de bolsillo. El objetivo fue delimitar un área de influencia que eliminase la competencia de México y la interferencia de Estados Unidos. Al principio, la idea funcionó, porque Brasil es el mayor productor de autos, créditos y humo de la región. Pero cuando la crisis disipó la humareda, el gigante estaba desnudo. 
¿Cómo medir el poder de un país? Una regla de hierro es no hacerlo por el discurso de sus gobernantes: la retórica oficialista es siempre inflacionaria. Y el poder no se declama, se ejerce.

En tiempos de paz, el poder se llama liderazgo. Existen dos tipos, uno es posicional y consiste en estar al frente de los demás: el equipo que lidera la tabla tiene más puntos que los demás, pero éstos no quieren seguirlo, sino derrotarlo. El segundo tipo de liderazgo es relacional: consiste en reclutar e influenciar seguidores, que aceptan la posición subordinada porque también obtienen beneficios. El liderazgo posicional busca someter; el relacional, articular. Brasil siempre fue un líder posicional por la sencilla razón de que era más grande que los demás, pero nunca logró de sus vecinos más que alineamientos esporádicos e interesados. Es natural: el gigante no es tan malo como para disciplinar seguidores ni tan rico como para comprarlos. Y después de la crisis, además, dejó de ser atractivo para seducirlos.

Los países, como las personas, tienen tres recursos de poder: la fuerza, el dinero y el encanto. Con ellos se logra que alguien haga algo que de otro modo no haría. Por un tiempo, Brasil pareció disponer de los tres tipos. Fue una ilusión: algunos recursos se fueron por la canaleta de la corrupción, y otros nunca existieron.

Brasil no tiene fuerza. Con el 3% de la población mundial, su presupuesto militar representa sólo el 1,5% del gasto global, y tres cuartos se dedican a pagar salarios y pensiones. Los 300.000 militares jubilados salen más caros que los 50 millones de personas que reciben el Bolsa Familia. A su vez, los apenas 300.000 militares en actividad tornan al país más cercano a sus vecinos que a los BRIC. Brasil no tiene capacidad para imponerse por la fuerza en la región. Por suerte, no la necesita: le alcanza con el dinero.

Pero Brasil tampoco tiene dinero. La emergencia del gigante fue un cuento para enanos. En los últimos 25 años, el ingreso per cápita chino redujo la brecha con los Estados Unidos un 25%; el brasileño, cero. En los años 90, Brasil llegó a ser un exportador industrial, pero después del mayor boom de la historia volvió a ser un exportador de recursos naturales. Varias empresas públicas, como Petrobras, están al borde de la quiebra. El gigantesco banco nacional de desarrollo (Bndes), que prestó dinero a los países limítrofes con la condición de que contratasen empresas brasileñas, será la próxima víctima del Lava Jato. Brasil ya no tiene plata para comprar a sus vecinos. Por suerte, pensaron algunos, alcanza su encanto para seducirlos.

Pero Brasil perdió el encanto. El país del fútbol, el samba y el carnaval conquistó el mundo no por su exotismo, sino por otra razón: una increíble seguidilla de presidentes que cualquier país envidiaría. Durante dieciséis años, Fernando Henrique Cardoso y Lula capturaron la imaginación y los corazones del mundo. Sociólogo brillante el uno y sindicalista carismático el otro, sumaron a su atractivo personal un frenético activismo internacional. Al primero la prensa lo bautizó, con sorna, Viajando Henrique Cardoso; el segundo realizó más viajes y visitó más países que cualquier presidente norteamericano. La diplomacia presidencial sobrevendió Brasil y lo hizo pelear muy arriba de su categoría. Pero Dilma acabó con la magia y Temer la enterró. Hoy, el soft power de Brasilia, o sea su capacidad de atracción y seducción, rankea poco encima de la de Caracas.

Por ironía de la historia, los frutos de la diplomacia presidencial maduraron con atraso. Con Lula, Brasil perdió las principales candidaturas que disputó, tanto en la región (BID) como en el mundo (OMC). Con Dilma llegó el canto del cisne: dos brasileños dirigen hoy la Organización Mundial de Comercio y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El poder diplomático del país, sin embargo, se disipó. El grupo IBSA, que agrupaba a las tres grandes democracias del hemisferio sur, ya no se reúne. El grupo Basic, que coordinaba temas ambientales entre gigantes emergentes, tampoco. Los BRIC resultaron ser China y cuatro más. El intento del G4 (Brasil, Alemania, la India y Japón) de reformar el Consejo de Seguridad de la ONU para obtener un lugar permanente jamás despegó. Brasil logró participar en todas las sopas de letras del mundo justo cuando el mundo dejaba de tomar sopa.

Y en la región le fue todavía peor. Los liberales Chile, Colombia y Perú tomaron otro camino y se reagruparon con México en la Alianza del Pacífico. Los bolivarianos Ecuador, Bolivia y Venezuela siguen más cerca de La Habana que de Brasilia. Bloqueadas por la crisis venezolana, la Unasur y la Celac no logran ni reunirse. El gran Brasil quedó reducido al Mercosur, un bloque con menos acuerdos comerciales que las fantasías más salvajes de Donald Trump.

El repliegue del grandote hizo ruido y alimentó delirios. En el mundo pocos lo lloran, y en el barrio algunos sonríen. "Ésta es nuestra oportunidad de liderar la región", murmuran argentinos, colombianos y chilenos, unidos por la ignorancia. Sucede que si Brasil no pudo, teniendo la mitad de la superficie y la mitad de la población de América del Sur, menos podrán los enanos que lo rodean. Las fuerzas armadas de Chile y Colombia están bien equipadas, pero son minúsculas para proyectarse fuera de sus fronteras. Las economías argentina y colombiana son varias veces menores que la brasileña. Y aunque los tres desafiantes concitan simpatía internacional, están lejos de atraer inversiones masivas o producir bienes científicos o culturales que les permitan influir a los vecinos. La pacificación colombiana, la disciplina chilena y el zen argentino ni se acercan a los dieciséis hipnóticos años de Cardoso y de Lula.

La consecuencia internacional del Lava Jato fue develar la quimera de Brasil como líder regional. Ojalá no haga falta tanto para bajarles las ínfulas a los que deliran con sucederlo.
Politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa.

sexta-feira, 2 de março de 2012

Eleições demais?


Moisés Naím, hoje na FOLHA DE S. PAULO e sua específica análise sobre como a política (eleições) influenciam a economia (mercados).   

O que Nicolas Sarkozy, Mahmoud Ahmadinejad e Vladimir Putin têm em comum? O fato de que vão enfrentar eleições em breve. O mesmo vale para Barack Obama, Hugo Chávez e muitos outros. Neste ano, haverá eleições presidenciais ou mudanças de chefe de governo em países que, juntos, representam mais de metade da economia mundial. Mas não é apenas isso. Muitos desses líderes são responsáveis por tomar decisões críticas para a humanidade, ao mesmo tempo em que buscam o voto de suas populações. E, com frequência, a política local entra em tensão com as realidades globais.

A Grécia terá eleições em abril. E já vimos que aquilo que acontece na Grécia afeta a todos nós. Hoje acontecem eleições parlamentares no Irã, e o resultado será negativo para o presidente Ahmadinejad. Mas não se alegre: o líder supremo, o aiatolá Ali Khamenei, é quem sairá fortalecido. Em todo caso, os dois andam seduzindo seus eleitores ao mesmo tempo em que decidem sobre bombas atômicas, petróleo e economia. E neste domingo a Rússia irá as urnas para escolher seu próximo presidente. Vladimir Putin tem a eleição assegurada, mas seu triunfalismo sofreu com os protestos maciços contra ele. O líder russo também se viu obrigado a combinar cálculos eleitorais com decisões sobre a Síria, o Irã, o Afeganistão e outras emergências globais.

A mesma coisa ocorre com Sarkozy, que em 22 de abril vai enfrentar o socialista François Hollande. E com Barack Obama, que de agora até as eleições de novembro terá que administrar graves crises internacionais e, ao mesmo tempo, cuidar de sua defesa contra os ataques de seu rival republicano.

Na China, o presidente Hu Jintao está encerrando seu mandato. Embora essa transição ocorra sem trauma, a troca de líder do país de cuja saúde econômica e política depende a estabilidade mundial acrescenta ainda mais complexidade a um ano que já é muito complexo.

Mas as mudanças não se limitam às superpotências. Ainda haverá eleição presidencial no Egito (maio ou junho), no México (1º de julho) e na Venezuela (7 de outubro).

No caso do Egito, os resultados terão impacto no Oriente Médio e sobre a própria evolução da Primavera Árabe. No do México, vão influir sobre a expansão das narcoguerras. E, no caso da Venezuela, os resultados vão influir na ascendência de Hugo Chávez sobre seus vizinhos mais pobres, especialmente Cuba e Nicarágua.

Nas democracias, as eleições são normais e desejáveis. Mas não saem de graça. Os cálculos eleitorais fazem com que os dirigentes paralisem ou adiem decisões necessárias ou tomem decisões indesejáveis.

Já sabemos que um dos fatores que agravam as crises econômicas é que os mercados financeiros se movem à velocidade da internet, enquanto os governos avançam na velocidade da democracia. A essa disparidade da velocidade da tomada de decisões é preciso acrescentar a perda de qualidade que sofrem as decisões em períodos eleitorais, em todos os âmbitos, não apenas o econômico. Esse problema não se resolve com menos eleições. Alivia-se com mais e melhor democracia. 

quarta-feira, 28 de dezembro de 2011

2012 - tempos interessantes.


ROBERTO ABDENUR, hoje na FOLHA DE S. PAULO e sua análise sobre 2012. Para ele, continuarão a ser fonte de instabilidade as situações ainda indefinidas da Primavera Árabe.

Conforme o antigo vaticínio chinês, estamos fadados a viver, ao longo de 2012, "tempos interessantes". Tempos difíceis, de preocupações, riscos e incertezas. Depois de três décadas de prosperidade, o mundo entrou em 2008 em período de crise econômica com precedentes apenas na Depressão dos anos 1930.

A crise financeira transformou-se em crise "estrutural". Passou a abarcar, ademais dos problemas no setor bancário, as dívidas soberanas de países do euro. Estagnação e, em alguns casos, recessão marcarão o ano na Europa.

Nos Estados Unidos, alguma expansão ainda ocorrerá. Mas subsistem inquietações sobre até onde se conseguirá, com sistema político polarizado e em impasse, obter reativação econômica a curto prazo.

Na China, com a contração dos mercados europeu e americano, exportações e investimentos devem perder força. Enquanto o país procura aumentar o consumo interno, o crescimento cai da casa dos 10% para a dos 8% -índice perigosamente próximo do mínimo necessário para evitar descontentamento. E resta ver até que ponto possa a economia evitar o risco de estouro do que parece ser uma bolha imobiliária.

O Brasil precisa fomentar as forças domésticas para compensar a perda de mercados (sobretudo o de alguns produtos vendidos à China, como minério de ferro) e de créditos externos. Em quadro de generalizadas dificuldades e baixo crescimento na economia internacional, precisaremos esforçar-nos para manter crescimento de entre 3 e 4%.

No plano político internacional, continuarão a ser fonte de instabilidade as situações ainda indefinidas da Primavera Árabe no Egito, Síria, Iêmen e partes do Golfo, como no Bahrein. Novos desdobramentos podem dar-se no conflito entre israelenses e palestinos. E deverão ganhar força as tensões em torno do Irã, por conta do programa nuclear em acentuada evolução e do que representa Teerã como perigo para Israel e para a estabilidade regional.

O futuro do Iraque após a retirada norte-americana se mostra incerto. Não é de todo impossível a eclosão de uma guerra civil.

Uma certa guerra fria já em curso entre Irã e países do Golfo, de uma parte, e EUA, de outra, pode chegar a entreveros militares de graves repercussões para a economia global, pelos efeitos sobre o petróleo.

Com a estagnação nos EUA e na Europa, continuará na direção da Ásia-Pacífico o deslocamento dos eixos principais de dinamismo econômico. Mas a região será também palco de novas tensões. Há a incógnita da agora renovada imprevisibilidade do governo norte-coreano pós-Kim Jong-il. Prossegue a surda, mas crescente disputa por espaços geopolíticos entre a China e os EUA. E, mais ao Sul, entre Índia e China.

Uma China que tenderá a beneficiar-se do distanciamento entre EUA e Paquistão e do possível surgimento de um Afeganistão que não mais terá mais presença americana.

Em meio a isso, a grande incógnita: que desfecho terá a eleição presidencial nos EUA. Se a continuidade, num segundo mandato de Obama, de um mínimo de sobriedade e comedimento no plano externo, ou o retrocesso para posturas unilaterais e agressivas, como pregam pré-candidatos republicanos.

Serão tempos interessantes, sem dúvida.

segunda-feira, 18 de julho de 2011

O chavismo perde a cabeça.

Mac Margolis, colunista do ESTADO, correspondente da "NEWSWEEK" no Brasil e editor do site WWW.BRAZILINFOCUS.COM, escreve que ‘O CHAVISMO PERDE A CABEÇA.

Hugo Chávez não está bem. Não me refiro ao câncer que ele e seus aliados tentaram esconder. Tampouco à luta de poder deflagrada pela perspectiva de sua eventual incapacidade. Seu problema agora é de ordem existencial e ameaça a pedra fundamental ideológica na qual ele ergueu sua revolução bolivariana e passou a vendê-la ao mundo.

É que Chávez acaba de receber um puxão de orelha de Noam Chomsky. Em carta aberta, o renomado linguista americano fez duras críticas ao governo pelo tratamento desferido a Maria Lourdes Afiuni, magistrada venezuelana presa em 2009 e humilhada desde então.

A ofensa de Afiuni foi mandar soltar um banqueiro acusado de corrupção pela promotoria chavista. E, na cartilha bolivariana, indultar banqueiro ou empresário - isto é, aqueles que não se corromperam - é afagar o inimigo. O próprio Chávez colocou querosene na fogueira ao exigir, furioso, que a juíza fosse condenada a 30 anos de cadeia - pena máxima.

Afiuni passou mais de um ano no Instituto Nacional de Orientação Feminina, onde teria sofrido horrores, de ameaças de morte a tentativa de estupro. Hoje, em prisão domiciliar, está com a saúde fragilizada.

Chomsky denunciou o "tratamento degradante" que a juíza recebeu no cárcere e pressionou por sua libertação imediata.

Normalmente, o comandante nem pestanejaria. Mas o professor Chomsky não é um dissidente qualquer, senão o decano dos críticos do "imperialismo" americano e fiel defensor de regimes indefensáveis, entre eles o de Chávez. "Um mundo melhor está sendo construído", se entusiasmou ele em 2009, depois de uma excursão à Caracas de Chávez.

Ele foi um dos muitos intelectuais de gabarito internacional que assinaram a carta de repúdio ao Human Rights Watch que, em 2008, denunciou o que poucos duvidavam: o chavismo se apoia na sistemática perseguição da oposição, violação de direitos humanos, intimidação da imprensa e interferência no Judiciário.

Chávez correspondeu à gentileza, sugerindo que o presidente Barack Obama contemplasse Chomsky com a indicação para assumir a Embaixada Americana em Caracas. Chomsky continua admirador do homem forte venezuelano e ainda é condescendente com o silêncio de seus aliados intelectuais a respeito dos "ataques maldosos e implacáveis dos EUA e do Ocidente" contra a Venezuela de Chávez.

No entanto, a crítica contundente no caso Afiuni foi um duro recado de que a indulgência tem limite. Doente, com a economia enfraquecida e a violência em alta, Chávez não pode desprezar os amigos que ainda tem. Cuba, aliada fiel, está decadente e politicamente irrelevante.

Os novos líderes do continente elegeram o lulismo - e não o chavismo - como modelo de governo, entre eles o presidente eleito peruano, Ollanta Humala, ex-chavista de carteirinha. A Espanha está prestes a eleger um novo primeiro-ministro de direita, que já decretou o fim da condescendência de Madri com a esquerda latino-americana.

Chávez, porém, ainda tem jogo. Seu experimento bolivariano ocupa uma lacuna fundamental no imaginário do nosso tempo, o de reserva moral do minguante socialismo internacional. Anos atrás, o titular desse papel era Cuba, quando Fidel Castro esbanjava vigor e sua ilha ainda simbolizava a última barreira ao império ianque.

Lembro-me, nos anos 70, dos intrépidos colegas de faculdade que trocavam suas férias por uma passagem para Cuba, onde se juntariam às Brigadas Venceremos, cortando cana-de-açúcar para a revolução.

De lá para cá, Cuba perdeu seu charme e os turistas ideológicos. Hoje, seus órfãos estão encalhados na Venezuela. Destaque para Sean Penn, Benício del Toro, Oliver Stone e Danny Glover - a esquerda festiva de Hollywood, que viu no bolivarianismo a chance de pregar a revolução com a boina alheia. Noam Chomsky, cabeça pensante da turma, acaba de colocar um pé fora do barco, já há muito tempo sem rumo.

terça-feira, 22 de fevereiro de 2011

Os pilares de areia do Ocidente.

Há dois séculos, a chegada de Napoleão ao Egito anunciava o advento do Oriente Médio moderno. Agora, quase 90 anos após o desaparecimento do Império Otomano, 50 anos após o fim do colonialismo, e oito anos após o começo da Guerra do Iraque, os protestos revolucionários no Cairo indicam que mais uma mudança pode estar em curso.

Os três pilares sobre os quais a influência ocidental no Oriente Médio foi construída - uma sólida presença militar, laços comerciais e uma série de países dependentes do dólar - estão desmoronando. Consequentemente, o Oriente Médio que despontará nas semanas e meses adiante poderá tornar-se muito mais difícil de ser influenciado pelo Ocidente.

O primeiro pilar - presença militar- remonta à ocupação francesa e britânica de partes do Império Otomano depois da I Guerra Mundial, e foi reforçado pelos vínculos militares da era da Guerra Fria forjados pelos Estados Unidos e União Soviética. Em 1955, o Ocidente até chegou a ser sólido o bastante para arregimentar um elenco formado por Turquia, Iraque, Irã e Paquistão, numa espécie de Otan asiática ocidental conhecida como Pacto de Bagdá.

A Guerra do Yom Kippur em 1973 foi uma ilustração clara da influência militar soviética e ocidental. O exército egípcio disparou foguetes tchecoslovacos de 130 mm, enquanto os MIGs sírios combatiam os Skyhawks israelenses sobre as Colinas do Golan. Mas a influência americana e soviética não foi confinada ao campo de batalha, à medida que os dois países fizeram a sua presença ser sentida até o mais alto escalão da cadeia de comando. Mais recentemente, as instalações militares no Golfo Persa protegeram o fornecimento de petróleo da aliança da Guerra Fria e dissuadiram tanto o Iraque do partido Ba"ath como o Irã do aiatolá Ruhollah Khomeini de se apoderarem dos valiosos poços petrolíferos ou de estrangularem as rotas de exportação.

Mas esse pilar militar tem sido sistematicamente corroído. Um sinal precoce foi o fracasso da "Operação Eagle Claw" para resgatar os reféns dos Estados Unidos no Irã em 1980. Outra fissura apareceu com o atentado do Hizbollah contra o quartel dos fuzileiros navais dos EUA em Beirute, que precipitou uma retirada abrupta dos Estados Unidos do Líbano. Desde a invasão do Iraque em 2003, as forças dos Estados Unidos se retiraram da Arábia Saudita e descobriram que seu poderio militar convencional não se traduz necessariamente em impacto na cena real.

O segundo pilar do papel do Ocidente no Oriente Médio - os laços comerciais - também foi enfraquecido. A América costumava ser o parceiro comercial essencial para os países do Golfo, mas isso agora mudou. Em 2009, a Arábia Saudita exportava 57% do seu petróleo para o Extremo Oriente e apenas 14% para os EUA. Em resposta a essa mudança fundamental, o rei Abdullah tem perseguido uma política "voltada para o Oriente" desde 2005, resultando em comércio exterior em valor superior a US$ 60 bilhões.

Esse deslocamento rumo ao Leste fez a China tornar-se uma parceira comercial maior do que os EUA, tanto para o Catar como para os estados árabes. Além disso, quase um quarto do comércio exterior do Catar é feito com a China, na comparação com pouco mais de 5% com os EUA. Da mesma forma, 37% do comércio dos EUA é feito com China, Índia e Coreia do Sul. Para muitos países do Oriente Médio, os interesses da China agora são tão importantes quanto os dos EUA.

Finalmente, os EUA não contam mais com uma série de clientes relativamente estáveis na região. Os EUA acreditaram que as formidáveis quantias de ajuda que distribuiu para Egito, Israel e Jordânia garantiam a estabilidade e a cooperação em assuntos de interesse americano. Isso funcionou por três décadas, mas agora o vínculo está enfraquecendo.

O ritmo da queda da influência ocidental parece ter acelerado ao longo da década passada. Os sauditas deixaram claro em 2003 que não poderiam mais abrigar as instalações militares dos EUA. Tanto no seu primeiro como no segundo mandato como premiê de Israel, Binyamin Netanyahu se recusou a seguir o roteiro dos EUA na questão do processo de paz palestino-israelense. E, apesar de abrigar uma enorme base militar dos EUA, o Catar mantém laços próximos com Síria e Irã.

A isso agora é preciso acrescentar a revolta no Egito. Hosni Mubarak era o eixo principal da política do Ocidente; ele era intransigente com inimigos potenciais dos EUA; era possível confiar plenamente nele para comparecer em conversações de paz com os israelenses; e ele podia ser usado para acrescentar peso à posição americana na questão do Irã. Agora a aliança Egito-EUA está sendo ameaçada e, com ela, a política americana para todo o Oriente Médio.

À medida que desmoronam os três pilares da política do Ocidente para o Oriente Médio, um novo Oriente Médio está se delineando, impulsionado por ventos comerciais e devendo lealdade a mais de uma potência. Sua arquitetura geopolítica está sendo moldada pelas revoluções norte-africanas, a autoafirmação turca, a intransigência iraniana e o colapso do Iraque. O Ocidente não achará o terreno estratégico resultante fácil de navegar.

Daniel Korski é pesquisador sênior de políticas públicas no European Council on Foreign Relations

Ben Judah é pesquisador de políticas públicas no European Council on Foreign Relations. Copyright: Project Syndicate, 2011.

A importância de debater o PIB nas eleições 2022.

Desde o início deste 2022 percebemos um ano complicado tanto na área econômica como na política. Temos um ano com eleições para presidente, ...